lunes, 3 de enero de 2011

27 / X / 1990



Eres literalmente una pretensión gigantesca, hasta Cristo usó una corona pero tú observas al mundo incendiarse y te jactas de que la vida se desprende de tus caderas. Miras a la verdad como un gato está a la mira de una cerca y detrás de ti una pared de momentos eclipsados y congelados se va edificando con cada gemido que desprendes, con cada orgasmo que reprimes, con esa displasia que tanto te gusta saborear.

Tan alta y tan baja, un fetiche público; y lo repito, ¿dónde está el oro y quién lo pintó?

Tu aceptación siempre fue como un pañuelo desechable, casi reciclable. Risas violentas y mojigateces que mordías entre dientes, entre palabras y entre actos bajos que tal vez solo pensaste y al fin y al cabo aprovechaste mis caricias, mis sonrisas, mí dinero y mis miradas para regocijarte como la última puta, como la única, esa inexistente entre pinturas de Trevor Brown, entre lecturas de Cioran.

Para el tiempo que me di cuenta, la epifanía ya estaba escrita sobre mí cara y me pregunto ¿a qué estamos jugando? Al rompecabezas y a los moretones ¿no? Quémala, mátala.

¿Dónde está la culpa y quién la puso ahí, quién responde por las poses? Una pregunta lo suficiente obtusa para responderse a sí misma. Filas enormes esperando para saborear tus labios, los de tu aliento y los de tu humedad. Sincope maldito que atisba las entrañas que atraviesan el dolor de sentirse casi vivo junto a ti.

A eso yo lo llamo serenidad para los gusanos. ¿Le escupiste en la cara? ¿segura? Entonces ¿cuál es el punto de decirte te quiero?

X-X-X-X-X-X-X-X-X-X-X-X-X-X-X-X-X-X-X-X-X-X-X-X-X-X-X-X-

As long as the music is loud enough we wont hear the world falling apart...

No hay comentarios: