jueves, 30 de noviembre de 2006

MI CAFE SABE A SEMEN




Todos los días me acuesto en mí cama mirando al techo esperando que alguna mancha de orina empiece a desgastar el horrible papel tapiz con el que cuenta este cuchitril al que llego todos los días después de trabajar 8 horas como pendéja. Hoy, como todos los días, miré a Alex; el es el mensajero de la oficina, es alto, un poco robusto y con mucho vello en el cuerpo. Lo imaginé cabalgándome como si yo fuera una yegua, lo imagine dentro de mí; me imagine probándolo y a el probándome sin comentarle que estoy en mis días… Toda esta hermosa imagen fue interrumpida por el teléfono, era el Lic. Jiménez, quería verme en su oficina para decirme no se cuanta mamada. Al levantarme note que había mojado mi asiento y mi falda, vaya, escurro como una tubería rota.

El Lic. Jiménez es un tipo larguirucho, pelirrojo y muy inseguro; pero dado que su padre lo ha dejado al frente de la compañía se da el lujo de mangonear a los que estamos por debajo de el. Quería preguntarme como había estado mí día. “¡Vamos, pedazo de mierda!!” – Pensé – “Estoy en mis días justo en medio de una fantasía pseudo-platónica con el mensajero y ¿tienes que interrumpirme?”. Claro que eso era lo que quería contestarle a Pedrito; si, así le dice su papá cuando viene a revisar como va todo en la oficina, pero en vez de eso solo dije: “Me encuentro perfectamente, gracias” acto seguido el distinguido ciudadano fanático de la pornografía infantil y cuasi-intelectual que se masturba dos veces por día en el baño de la oficina y que juega con barbies, me pellizcó el culo y me despidió de su oficina. Eso ameritaba mi dosis diaria de coca. Pase al baño a polvearme la nariz, esniffé como si fuera la última vez que lo hacía, me mire al espejo y como queriendo suicidarme con la mirada me dije: “¿Porqué haces estas mamadas pinche Diana?” a decir verdad ni yo misma sabía la razón, solo sabía que ese mísero instante dentro de la apatía laboral me ayudaba a resistir el deseo pletórico de arrancarle los ojos a cualquier individuo que se me posara enfrente y llenar sus cuencas oculares con el whiskey más barato que encontrara. Si, me gusta el whiskey barato, ese que cuando lo bebes hace que el esófago te arda y te queme cuando orines… Ese, ese whiskey es mí tipo de bebida. Si vas a mí casa puedes estar seguro de que degustarás ese licor y tal vez te acuestes conmigo, todo depende de mí humor.

Regresé a mí cubículo, miré el reloj de gato que adorna la pared más puerca y grisácea de la oficina; sorbí un poco del café frío que llenaba mi taza y suspiré; otro día más en esta prisión, no de concreto, pero de carne, esta prisión que es mí vida y mí muerte que día a día me hace reflexionar a cerca del suicidio. ¿Será que el suicidio es la manera más honesta de hacer una autorreflexión? o ¿solo es una salida más difícil de lo que aparenta la muerte ser?. No creo en Dios, pero seguro que me lo voy a encontrar cuando este muerta y me va a coger por el culo por cada uno de los pecados que he cometido; ¿masturbarse mientras pienso en mí hermana es pecado?. Así transcurre la tarde, conmigo esniffeando cocaína en el almuerzo y en cada momento que mí cuerpo me lo pide; y mí otro yo masturbándose en la silla del jefe mientras él se encuentra en la esquina de la calle de la oficina viendo a las niñas salir del Colegio Miraflores. Si, ese colegio lleno de “niñas bien”, de niñas de familia, de niñas decentes y estudiosas; esas niñas que se acuestan con ejecutivos a cambio de costosas cenas o costosos regalos, esas niñitas que dejan golpearse por un par de horas a cambio de un par de grapas de la coca más corriente; o esas niñitas que les gusta follar por el ano para preservar la “decencia” y “dignidad” y así llegar vírgenes al matrimonio; ¡maldita sea!, no cabe duda que este es un triste y enfermo mundo.

La hora de comida aún no acaba y heme aquí con la falda subida hasta la cintura, los calzones en los tobillos y empapando la silla de piel de mí jefe. Que agradable sorpresa le espera cuando llegue a su oficina y encuentre un enorme tampón sumergido en su taza de café. Me imagino la jeta que pondría; sería algo así como un gesto salido de una película de John Waters, pero creo que esa errática imagen puede esperar. En este momento lo que necesito es una siesta. Exactamente quedan 20 minutos de la hora de comida; me siento en mí silla y me pongo los audífonos, me recuesto sobre el escritorio y cierro los ojos mientras escucho “Lost Souls” de Joy Division, creo que yo soy eso, un alma perdida.

Después de un día de hueva en la oficina y de hombres que en el metro te embarran su miembro en el trasero he llegado a mí departamento. Cuelgo las llaves en el llavero Alessi por el cual pague la cantidad de tres mil quinientos pesos y como cada noche voy perdiendo prendas poco a poco mientras me dirijo a mí cuarto. Para cuando llegué ahí estoy solo en pantales y con unas enormes ganas de masturbarme. Me echo en la cama como un bulto, hago a un lado mis pantaletas y sin mas me meto el dedo medio de la mano derecha, si; ese dedo con el cual insulto al portero del edificio de enfrente todos los días, ese dedo que enredo en mi cabello negro cuando estoy concentrada, ese dedo que me sabe dar tanto placer como dolor; y es que ya no se ni que inventar para auto-erotizarme más creativamente. Por eso hoy me masturbe con un cuchillo. Fui a la cocina y tomé el más grande que tengo, es igual al que utiliza Roberto Rabadillo para picar cebolla en la TV, me tendí en mí cama, miré al techo y esta vez si había una mancha de orina en el; parece que después de tanto esperar esa lluvia dorada por fin ha goteado sobre mis sábanas percudidas por el exceso de blanqueador. Cierro los ojos y al penetrarme siento dolor, ese dolor que es mío y de nadie más; al mismo tiempo imagino al Lic. Jiménez y a Alex el mensajero masturbándose a orillas de mí cama esperando que sus enormes eyaculaciones me bañen de aliento y sabor a sal. Me rasgo por dentro pero no solo físicamente, rasgo mí alma perdida y mí pecado; pienso en el firme trasero de mí hermana, pienso en sus pechos y en sus labios; quisiera besarla. Me siento más húmeda, más tibia; siento la muerte pequeña reptando entre mis piernas, veo el semen de mis colegas venir hacia mí, lo siento escurriendo por mis pechos, en mí vientre, en mí cara; también me veo ahí, recostada en mí cama, desnuda y tranquila; con la mirada postrada en la mancha de orina y mí aliento transformado en un pedazo de metal hundido entre mis piernas.

XOXOXOX

As long as the music is loud enough we wont hear the world falling apart...

miércoles, 22 de noviembre de 2006

HOTEL/MOTEL



Hay una mujer sentada en el lobby de un hotel. Cuenta los minutos, los segundos; ha hecho una lista de “amantes de una hora”,
Esta cansada, y de nuevo se cansara;
Remplazará al cuerpo. Sus amigos son buenos amantes nada más.

Un afanoso hobbie,
Ella tiene un secreto, guárdalo y duerme con el.
El no puede creer lo que has dicho con tu lengua bífida que recorre esas sonrisas hipócritas hacia tu reflejo, la puta en el espejo; es lo único que se ve.

No vamos a ninguna parte,
Justicia es justicia, para todos en sangre y saliva,
No cree ninguna maldita cosa que dijiste,
Sin ir,
Sin venir,
Sin sentir,
Ni vivir.

La manera que juegas con la vida es un gran disfraz, juramos no tomarlo…yo tampoco,
Juro que no corremos desnudos y no alcanzamos la realidad que sucumbe en tus labios que me envenenan.

Hay un hombre sentado en un motel,
Espera a una puta que nunca pidió…
¿Acaso es ella?
No puede creer una sola cosa que se ha pronunciado en silencio y en miradas, esquivas y atinadas que caen sobre su regazo como gotas carmesí, si; esas que conoce ella, que ha probado y ha causado.

Justo cuando crees que es perfecto es finito,
El lo nombro,
Ella lo nombro,
El dijo que estaba sobrio,
Ella ni siquiera lo intento;
Se acabo.

Y ella sigue jugando ruleta rusa con la vida,
Jurando que la sobriedad y el sosiego atrapa sus faldas de detallado encaje, esas que la han salvado y la han matado en su silencio,
Ahogándose en éter,
Ahogándose en sangre.

Por siempre el se quedará solo para verla partir y tal vez las cosas no hubieran sido de esta manera,
Se quedara por siempre solo para decir que la miró de rodillas en una asfixiante pasarela de carroña,
Quemaré la lámpara,
Me quemare cuando se alcance todo lo que hago por ti,
Supongo no es nada nuevo para ti.



As long as the music is loud enough we wont hear the world falling apart...

martes, 14 de noviembre de 2006

MORDIDAS Y MARCAS DE NAVAJA


Dame esas imágenes mías; aquellas que se ven contaminadas con la peste de aquel tercero que aparece en la fotografía; resuella y desfigura el grado de depresión que convertirá tu voz en un sonido que perturbe mis entrañas; como animal en celo espero que lo sepa, que lo huela entre las llagas de mugre que cubren el casco de vidrio soplado que encamina al olvido,
al suicidio.

Inserta una moneda más,
gira la perilla hasta que los cuadros dejan de moverse;
una imagen que pesa,
una imagen del tamaño de un beso, espero lo sepa.

Los chillidos que se presentan en esta representación teatral del sexo insípido y desvalorizado son el combustible de las palabras que vuelan,
mirando el techo,
sintiendo el sudor ajeno
ahogando tus gritos,
matando augurios
gimiendo;
puta, puta vida. Los personajes no se conocen, son como espejos reflejando a otros espejos, el espacio se expande, se agranda; así que inserta otra moneda hasta que la película se haga una fotografía,
un retrato del tamaño de mi puño,
espero lo sepas.

Es tener hipo en el paraíso, celosamente perdido entre anhelos que construí,
que perdí con el sinsabor de mi saliva,
con lo común de lo terrenal,
mis besos son balas. Un membrete que ha de morir;
he mirado como te vendes una cosa más
a la par de la estadía incierta de tus actos,
siempre hay algo más,
una cosa más.
¿Porqué no te vendes otra vez?

Empujando al amante a amar a otro amante,
¿Te excita?,
¿Te provoca?,
Estoy muriendo de la ignorancia postrada en tus mantas de rabia,
de dolor,
de escozor,
de ningún perdón.

¿A quién jodes ahora?
Corto mis muñecas para firmar con sangre
¿y qué?; el agua se evapora; la sangre nunca se lava,
siempre se tiene,
siempre se siente entre las piernas, entre los dientes, desde el alma.
Y cuando no puedes competir, eliminas,
asesinas con tu ego,
pero calla, primero deberás tragarte mi orgullo,
movimientos pausados y cada vez más osados son los que marcan el plomo que tus ojos tienen, pero vengo por todos.

Le doy una importancia igual a cero a tu dignidad,
falsa musa de los sicarios que rodean tu fruto endemoniado y olvidado
por mí,
por todos los innombrables que se regocijan con las conquistas esparcidas por tierras de nadie,
por mieles de filo,
ansiosas de su perdón.

Veo melancólico las páginas de mí diario,
¿qué me impulsa a repetir los preludios de tanta peste?
¿Lo que causa mi risa es otro desastre?,
ese es el bastardo en mí.

Si vives de peste
abrirás tu propio camino fuera de esta,
porque la mugre me ha corroído,
me ha desnutrido en espíritu que elogiado de locura permanece,
subástese entre sombras del ayer;
mugre comes,
mierda eres.

¿Me estrangulé yo?
Adivina,
¿He muerto yo?
Adivina,
No me importa; mejor olvida.

Y soy como cualquier otro tipo,
muy tímido pero que vuela,
que alcanza y crea;
te marcaré y volveré,
reinare y me olvidaré.

Mi último beso fue una bala.

domingo, 12 de noviembre de 2006

NIMFETAMINA



Cuando la mate su piel había perdido ese rosado tono para tomar la palidez de un cuerpo inerte y usurpado en la SEMEFO, sus ojos se habían tornado vidriosos pero no había perdido ese gesto de luz que yo les robé. Todo comenzó como una infame cogida del destino hasta que el ansia y el rechazo me sedujeron a robarle la vida de niña a ese cuerpo de mujer.

La conocí en el parque México… Kant me deleitaba con sus etílicos esbozos mientras ella contoneaba un aro alrededor de su cintura; el clima era frío mas sin embargo a ella no parecía importarle. Su mirada y la mía se cruzaban de vez en cuando y no entendía el porque una mirada tan joven, tan tierna, tan llena y vacía al mismo tiempo comenzaban a intrigarme de tal forma que me hacía sollozar y suspirar; temor y temblor. Pasaron unos días, mí existencia miserable se veía complementada por el desdeño de la vida y de la tecnolátrica manera en la que sublevaba mis esfuerzos para mantenerme vivo. Mí único escape eran mis libros, mis largas caminatas, mí insomnio y mí banca en el parque.

Esa tarde empuñe mí libro favorito de Fernando Savater y me conduje hacia mí parque para sentarme en mí banca; no lo logre ya que ella estaba ahí, posada sobre mí banca, en mí parque, en mí tarde de Viernes... Ahí supe que ya se había escabullido en mí vida y ninguno de los dos lo sabía.

– ¡Hola!, ¿Qué hay? –
– No mucho…
– ¿Cuál es tu nombre? –
– Nicolás… ¿y el tuyo? –
– Miranda… –
– Estas sentada en mí banca, ¿lo sabías? –
– Esto es un parque, es de todos; además, acabo de pegar mí chicle por debajo de esta banca; por lo tanto, ahora es en parte mía también... –
– ¿Cuántos años tienes?
– Catorce, ¿y tu? –
– Veintisiete… –
– ¿Quieres un chicle?, son de fresa… –
– Esta bien… –
– Ya me voy, tengo que irme…–
– Adiós Miranda… –
– ¡Adiós Nicolás! –

Se acerco y parándose de puntas besó mí rostro… Corrió y desde la distancia gritó: – ¡Me gustan tus ojos! – Pensé que ahí había acabado todo.

La vida en la oficina es tan repugnante… Los mismos rostros cansados, los mismos abusos de poder, las mismas sonrisas hipócritas y los mismos acosos de la vida ante una resquebrajada animosidad moral que carece de empatía. Todo esto era el cóctel perfecto para hacer de mí un demonio y soltar lágrimas de plomo sobre todo el piso nueve. A Raquel, la mustia secretaria del jefe, le tocaría una bala por la espalda; no solo es la que magnifica los chismes sino que también fue quien grabó la reverenda cogida que Julio y Sebastián intercambiaban en la oficina de publicidad; pinche vieja voyeurista y seguramente malcogida, eso ni yo lo hago. A Evelyn no le vendría mal una calentadita para luego introducirle una escopeta por el culo y tirar del gatillo; a ver si después de eso le quedan ganas de seguir siendo tan anal. Para el jefe tengo el mejor final; en esto les aseguro que me salió lo medieval. Lo ataría al suelo, desnudo, sobre el tapete de cebra que tanto quiere y eso porque dice que el fue quien mato a ese animal, ¡bestia despiadada!; lo que le espera. Atado en esa posición usaría mis palabras que son balas y en cada codo, y en cada rodilla una de ellas… Luego dejaría que se arrastrara… ¡Carajo! ¡Se me hace tarde!

La tarde es lluviosa, llena de tráfico, rostros de pesar, hueva, cansancio, hastío, apatía y dolor; ese dolor que es el eterno recordatorio que nos hace percatarnos de que estamos “vivos”. Entro a mí departamento, tomo mis libros y voy hacia el parque. ¿Por qué voy con tanta prisa?, ¿Mí inconciente me dicta los actos sabiendo que si llego tarde no la veré?. ¡Maldita sea!, solo tiene catorce años, ¿que esperas de esto, de ella, de ti?

– ¡Hola Nicolás!, ¿dónde estabas?

Estas palabras salían de sus labios bañados de caramelo color carmesí mientras enredaba sus brazos alrededor de mi cuello y sus piernas alrededor de mí cintura… Yo temblaba, tenía deseos de llorar y gritar.

– ¿Cómo sabías que vendría? –
– No lo sabía, solo adivine… –
– … –
– Bueno, si quieres me voy, tengo mucha tarea y después una cita en el Messenger… –
– ¡No!, no te vayas… quédate –
– Si me quedo, ¿qué vamos a hacer?
– Lo que quieras… –
– ¡Quiero ir a las maquinitas! –

Entre ruido, luces estroboscopicas, gritos, sonidos que no se identificaban y muchos rostros de conformismo y languidad evidente ella sobresalía: Su eterna sonrisa de niña y su mirada de mujer postrada sobre varias flechas desplegadas en la pantalla de silicio que le indicaban dónde poner los pies, creo que estaba bailando. Su figura era fina, delgada, y a momentos parecía que se rompería a pesar de no ser muy alta; su ropa interior sobresalía de la orilla de sus pantalones holgados de mezclilla y sus converse parecían estar algo gastados. Su piel firme sobresalía desde la playera amarilla adornada por un simpático macaco; y su sonrisa, lo iluminaba y oscurecía todo al mismo tiempo, era una invitación y una advertencia. Eran los ojos de un fantasma los que encontraban tanto vicio en tanta luz, el vacío desaparecía y el infierno se encendía.

– Vaya, no sabía que los juegos de video podían ser tan… físicos –
– ¡Intentalo! ¡Es muy divertido!; además haces ejercicio y sudas como un cerdito ¡jijijijij!
– Me da cosa, ¿qué tal que pierdo el equilibrio y me caigo?, mejor sigue haciéndolo tu, yo te veo –

No se como lo logró pero me convenció. Esa tarde de Viernes me olvidé de mis libros, de mí parque, de mí banca y aprendí a coordinar mis pies al ritmo de la música mientras la avalancha de flechas inundaban la pantalla de televisor… Esa tarde, mí tarde; fue de los dos…

– Me has hecho recordad lo espléndido que es ser joven, ser niño y olvidarte de todo y de todos por un momento… Gracias –
– No me des las gracias, ¿eso que?, solo nos divertíamos; ¡Adoro ir a las maquinitas! Y más si es contigo…
– ¿Cómo es eso? Apenas me conoces y cualquiera diría que es bizarro que una niña de tu edad se junte con un tipo como yo y de mí edad…
– ¡No me importa! ¡Eres mí amigo y eres bien “cool”! –

Me sentía flotando, como si una zona paralela al mundo terrenal existiera y las puertas de la percepción de mí asquerosa mente se entreabrieran y esa mirada me atravesara y me fuera matando lento y a momentos más rápido.

– ¡Ya son las 8PM! ¡Tengo que irme! –
– No te vayas, no aún… por favor… –
– Tengo que, ¡me van a regañar! –

Con esa ansiedad se colgó de mí cintura de nuevo pero esta vez no solo me abrazó, también me besó. Introdujo su lengua en mí boca, me robó el aliento y un pedazo de la vida en ese momento; me mordió los labios y tan rápido como empezó, todo terminó. Corrió y a lo lejos se detuvo un momento y volvió a gritar: – ¡Me gustan tus ojos! – Se fue mientras yo me daba cuenta que había dejado su chicle dentro de mí boca… Me fui caminando a mí casa mientras masticaba ese chicle de color rosado y sabor empalagoso; llovía y las lágrimas no tardaron en acariciar mi cara, no tenía prisa por llegar. Entré y colgué las llaves, boté los libros en el piso de madera y me dirigí a mí cuarto. Me senté en la orilla de la cama y agache la cabeza, el aire me faltaba y la asfixia se tornaba un afrodisíaco, encendí el televisor y como siempre lo mismo: Violencia, sexo, apatía, carencias, utopías, fantasías, realidades y ficciones. Toda una escenografía mediática para ostentar la mediocre vida humana y su irreversible llegada a la chingada… – Algún día lo veré todo arder –

Todo ardía con fervor, como si atravesaras un escarabajo con un palillo y lo pusieras a la flama de un encendedor. Se notaba a leguas que Raquel estaba en sus días, apestaba la muy cerda. Evelyn se pavoneaba enfrente de todo el departamento de diseño como la putita que es, Julio y Sebastián intercambiaban miraditas lascivas, el jefe se masturbaba en su oficina y yo estaba abriendo mi correo electrónico mientras terminaba unas pruebas de color.

No pensé que lo hiciera; pero lo hizo. Miranda me había mandado un correo… No decía mucho, solo se disculpaba porque no podría estar ese día en el parque; ella sin saberlo sabía que iría pero esta vez no la vería… Salí de la oficina mentándole la madre a Raquel mientras le gritaba que existía algo llamado tampones… Se puso pálida, no dijo nada y se puso a llorar… Yo sonreí.

Caminaba con ira hacia mí casa, ¿qué sentido tenía llegar?; siquiera salir sabiendo que no vería esa sonrisa y esos ojos… Me quedé en casa, me hundí en mis pensamientos, en mí mismo y el ansia hizo que dibujara con metal sobre mi carne y alma. La sangre estaba enferma, infectada de su dulce ponzoña. Lloraba y sonreía, me prometí no mirarla, no tocarla; no podía esperar lo mismo de ella, ¿qué pasaría si ella me alcanzaba en mis desdeñados pensamientos de sopor?

El eterno viernes llegó después de una semana de ávida obscenidad entre el jefe, los maricas de publicidad, la puta de diseño y la secretaria voyeurista; todo parecía salido de una novela de Kathy Acker. Esa tarde olvidé los libros a propósito, estaba muy contento; emocionado como cuando tienes quince años y pretendes decirle a la vecina; que es más grande que tu, que te gusta. Ahí estaba, justo a las 4:02PM, sentada en esa banca que ahora era nuestra. Tenía el rostro escondido en el gorrito de su sudadera el cual estaba adornado con dos orejas de gato, una blusa rosa, falda tableada negra, mallones a rayas y unos converse rosa… Sonreí y la mire con dulzura; aún no levantaba el rostro…

– ¡Hola nena! –

Levanto su rostro para encontrarme que semejante perfección se encontraba hundida en lágrimas y con la clara evidencia de la violencia mediática sobre su cara. Hizo un gesto de pesadumbre y tranquilidad; en ese momento lleno su congoja en mí pecho. La tomé entre mis brazos haciendo de ellos paredes que la protegieran, la cargue, se enredó en mí cuerpo y no me soltó.

– Llévame, llévame lejos Nicolás, llévame contigo por favor –
– Pero… ¿a dónde, porqué, qué pasa? –
– No quiero volver, no me dejes regresar, mátame, ámame, pero no me dejes… –
– Esta bien… –

Se paro sobre nuestra banca, le di la espalda y me la eche encima. La cargue sobre mi espalda todo el camino hasta que llegamos a mí casa, no paro de llorar hasta que arribamos. Le prepare un vaso de leche con chocolate, limpié sus lágrimas, limpie su impío rostro y su inocente mirada; la cuide y desempaque su bolsa de Hello Kitty mientras ella dormía en mí cama. La observé, la cuide, me jure no permitir que nadie la tocara, me jure amarla; yo estaba en agonía.

Me senté en la cornisa de la ventana de la sala a observar el cielo en llamas de caricias: pensaba, sentía, vomitaba y maldecía. Ella apareció de entre la muerte y su lujuria.

– ¿Cómo te sientes? –
– Mejor, gracias por traerme, por dejarme estar aquí… Por cuidarme –
– Siempre te cuidaré, si me lo permites… Dime algo… ¿Porqué te gustan mis ojos? –
– Me dan tranquilidad, me dan paz, me dan amor y me hacen querer conocer cosas que ni se… –
– ¿Cosas como cuáles? –
– No se, solo siento deseos de ahogarme en ellos, tienes una mirada tan fuerte y débil al mismo tiempo, como si fueras una caricatura japonesa… Si, creo que algo así…
– ¡Jaja! ¿Entonces crees que soy alguna clase de Remy contemporáneo?
– ¿Qué es “contemporáneo”?
– Algo que es actual, moderno; de estos tiempos pues…
– ¡Ah!!! Pues si, entonces creo que eres un Remy contemporáneo… Mí Remy contemporáneo… –

Se acercó para pararse de puntas y besarme otra vez, acepte su beso y su lengua; su vida y su muerte dentro de mí, sus deseos y perversiones así como ella mis temores y mis sueños. Me mordió los labios de nuevo, dejó su chicle de nuevo en mí boca y con eso terminó. Se alejo un poco de mí, sonrió con ese gesto pícaro que la caracterizaba, me olvidé de todo; de la vida, de la muerte, del cielo, del infierno y me entregue a ese momento. La perseguí por todo el departamento, de arriba abajo, por un lado, por el otro, por la cocina, por la terraza hasta que la alcancé en la sala. Obligado tuve que colocarme sobre ella; ahí, perdí la vida. En ese momento me miró de una manera que hasta el momento no puedo describir, sus manos ingenuamente recorrían mi pelo y sus piernas enredaban mí cintura con una fuerza mortalmente humana. Me besó y la besé, comenzó a llorar y yo también. La levante y la cargué tan suave como el aliento que repartía sobre mí piel, la senté a un lado mío y comencé a tocarla. Su rostro, su cuello; sus ojos clavados en los míos, su pecho, su vientre, sus piernas, su vida. Se bajo del sillón y se hincó ante mí, tenía miedo; más que ella, de eso estaba seguro. Sonrió con esa violencia aguda con la que me asesinaba con amor y me dijo: – Enséñame… – Me desvistió, me tenía bajo su disposición y bajo su poder, no sabía que hacer ni como reaccionar; me besó y antes de tomarme en sus labios volvió a decir: – Enséñame… – Lo hice. Me tomo entre sus labios y me encargué de guiar su cabeza de arriba abajo; a momentos sentía como sus frenos se enredaban con mi vello púbico pero el dolor era irrelevante, ella me tenía, me controlaba y me mataba. No hizo falta de mucho tiempo para que me viniera en su boca, solo sentí como se atragantaba más nunca se detuvo. Mí aliento se extinguió por un momento, sostuve su cabello entre mis dedos con dulzura y ella solo presionaba hacia abajo con más fuerza.

Al levantar su rostro estaba hecha una piltrafa de lágrimas, me besó, me abrazó, no me soltó y con temor y emoción a mí oído susurro: – Soy tuya, lo se… –

Se sentó a la orilla de la cama y le quite los calcetines y el top de su pijama; la dejé en pantaletas. Nos recostamos y no podía dejar de mirarla, esos ojos de niña ahora eran de mujer en ese cuerpo de niña; algo tan bello, tan piadoso y tan malvado; tan amedrentado por la vida que insinúa un pseudo-paraiso bañado con las mieles del dolor hecho poder y los filos del miedo. Me hundía en ella mientras ella se hundía en mí, vivía a través de mí, nacía a través de mí.

La piel estaba bañada en sudor, en nerviosismo y miedo; ella sobre mí y mis manos en sus caderas. La ceñía a mí como si fuera una extensión de mí cuerpo, de mí vida, de mí muerte; del cielo del cual venía mí infierno y de esa protección santificada que se convertía en blasfemia. Su rostro mostraba dolor y saciedad, entrega y perpetuidad entre los placeres de la piel, de la sangre, del semen y del sudor.

Dormía y yo pensaba. Temía y me arrastraba en mis adentros. Lloraba y sonreía. La ira me llenaba y las preguntas, esas siempre me atormentaban. A mí lado, la belleza pura de la vida, la convergencia parafílica de lo bello, lo propio y lo irrespetuoso; la dualidad de ser pecador e inocente y su sonrisa mí alma, mis lágrimas su amor. El mundo no merece algo tan hermoso.

– Hola Nico, buenos días… –
– Hola mí nena, te amo –
– Yo también te amo –
– ¿Qué haces!? –
– Tranquila, descansa, vive, no pasa nada… –
– ¡Pero…te…te amo… –
– Shhhhh… Ya paso, ya paso… –

Esas fueron sus últimas palabras, mi puño tocaba su vientre mientras este empuñaba el sicario que sería la guía para liberar la belleza en muerte y el horror en vida; no permitiría que este mundo corrompiera la hermosura del otro mundo, todo por un pedazo de lujuria, por un segmento de apatía, por un trozo enfermizo que hizo del hombre una belleza y de la bella una bestia. Su piel se extinguía contra la mía y su sangre bañaba mí cuerpo desnudo, el suyo, el paño de mí dolor y mí pecado… Castigo eterno en vida, su vida; la mía, su muerte; mí vida.

sábado, 11 de noviembre de 2006

SOPORES




- Tiene un color azul, azul casi morado...-
- ¿Qué le habrá pasado? -
- Yo creo que se ahogó…-
- Pero, ¿con qué? -
- ¿Ya viste que tiene el pescuezo hinchado como un sapo?-
- ¿Y ya vieron ese tubo que le sale de entre las piernas?
- Pícala con un palo Julián, ¡no seas marica! -

Como si los juegos de niños fueran rondas de muerte, la vida cobra su precio desde una latitud ambigua, casi sexual y perversa. Ya no hay esperanza, solo caos y dolor, ese dolor que es la droga de cualquier pelele que se ve amedrentado por el hecho de estar vivo bajo tres metros de mierda apestosa que le amargan la existencia y la boca; nunca antes la comida supo tan asquerosa.

- Si, le dije que quería llegar virgen hasta el matrimonio -
- ¿Entonces? -
- ¡Fácil!, ¿te acuerdas de esa película que vimos en tu casa? -
- ¿Cuál? ¿La de Johnny Depp? -
- ¡No pendéja!, la película porno que llevo Dinora cuando hicimos la pijamada en tu casa después del cole… El día que lleve el tequila -
- ¡Ah! ¡Si!... ¿qué con eso? -
- ¿Te acuerdas que en la película un tipo le metía la reata a una morra por la cola?
- ¡No mames Sofia! ¡Que asco! -
- Pues no tiene nada de asqueroso y si quieres saber algo más asqueroso, dejé que Diego hiciera conmigo lo que vimos en la peli… -
- ¡¿Y te dolió?! -
- Al principio si pero después como que te acostumbras y no es tan malo…-
-…-
- Quita esa cara, al fin y al cabo voy a llegar virgen al altar...-

¿Se dan cuenta de las cotas de mugre en las que vivimos? El veneno corre por las calles como si se tratara de un bacanal griego donde la polución es el invitado de honor y la vida es la bala en la pistola que esta a punto de volarnos la tapa de los sesos. No por nada tengo amigos imaginarios, ¿verdad Gerapo?

- Quinientos billetes si dejas que no use condón…-
- Mmmm… es mucho dinero…
- ¡Tu sabes!, tu niño necesita esas medicinas ¿Que no? -
- Pero… ¿Esta seguro que esta sano? -
- ¡Jaja! Vamos nena, soy un hombre de familia y de bien, eso no le pasa a gente como yo; solo a los de tu clase - Mira, te doy seiscientos y tu calladita ¿Estamos? -

Empujando a un amante a amar a otro amante…

¿A qué nos sabe la vida cuando esta ha perdido todo el sabor?, ¿A qué sabe la sangre, el sexo, la violencia y el desentendimiento? Dímelo… Mejor, no me digas nada y pégate un tiro en la sien.